Al calor del negocio sombrerero de una familia hispalense y desde el mismo lugar donde se ubicó el campamento del Rey Fernando III, conquistador de Sevilla, desde el “Cortijo de Cuarto”, viva representación en sus días, de la campiña sevillana que rendía honores a la Giralda, comienza su andadura la vacada de Miura, que tanta emoción, leyenda, seriedad y prestigio ha dado y da a la Fiesta Taurina.
Don Juan Miura Rodríguez de
ascendencia vasca, nace en Sevilla el 27 de febrero de 1802 y fue bautizado en la
parroquia del Sagrario de la Catedral sevillana. Desde temprana edad, se dedicó
al negocio de la sombrerería, llegando a regentar un artesano taller de
sombreros en la Plaza de la Encarnación de Sevilla y posteriormente abrió
tienda en la calle Sierpes, donde vendía su prestigioso producto.
Don Juan Miura y su esposa doña
Josefa Fernández, tienen dos hijos, el primogénito llamado Antonio y el otro
Eduardo, llevándole aquel a éste veinticuatro años.
Don Antonio Miura Fernández,
desde siempre siente una gran atracción por el mundo del campo y por el
contrario, no le llama la atención para nada, los libros. Siempre que podía, se
escapaba a algunas de las dos fincas arrendadas por su padre, donde le gustaba
manejar el ganado manso comprado a don Antonio Carica.
Don Juan Miura que veía que el
chaval no se centraba y que no quería que su hijo Antonio se convirtiera en una
persona improductiva, decidió descargar en él, el negocio familiar de sombreros
y dispuso que comenzara a aprenderlo desde abajo, realizando los trabajos más
duros, iniciándose en la caldera del pelo.
Al cumplir el año, uno de los
encargados del taller se dirigió a don Juan y enseñándole un sombrero recién
hecho, le preguntó que qué le parecía. Al no encontrar falta alguna en la pieza
mostrada y al enterarse don Juan, que el sombrero había sido confeccionado por
su hijo Antonio, con gracejo andaluz, manifestó: “Habrá que ír pensando en despedir al niño…”. Acto seguido se
dirigió a donde se encontraba su hijo y le propuso que buscara terreno y ganado
de lidia, que los gastos corrían de su cuenta.
Así es como don Antonio Miura
Fernández se convierte de extraordinario sombrerero, en mejor ganadero y
labrador, siempre convencido de que para poder mandar a hacer algo, antes tenía
que saberlo hacer uno.
El 15 de mayo de 1842, festividad
de San Isidro, compra don Juan Miura Rodríguez al vecino de La Rinconada, don
Antonio Gil Herrera, que lidiaba con divisa violeta y azul, 220 vacas de
procedencia Gallardo. Este ganado comienza a pasar una severa selección en
manos de su hijo don Antonio, tan rigurosa que prácticamente quedó muy poco
ganado del lote comprado, yendo lo desechado a nutrir a los marinos de la escuadra
inglesa, fondeada en Gibraltar.
Como hierro es el hijo de don
Juan, don Antonio Miura Fernández, quien decide utilizar el mismo con el que
herraban al ganado manso que habían comprado a don Antonio Carica, osea la
famosa A con dos asas, una a cada lado.
Para reforzar lo poco que deja
don Antonio procedente de lo comprado al Sr. Gil Herrera, el 26 de julio de
1849, don Juan Miura decide comprar 200 vacas y 168 becerros, al político y
periodista don José Luis Albareda, de la sociedad que mantenía con don Pedro
Echeverregaray, procedente este ganado de la prestigiosa vacada de los
Gallardos del Puerto. Cuando Albareda vendió su parte a Miura, su socio
Echeverregaray, vende la suya a don Antonio Sánchez.
En 1850, don Juan Miura vuelve a
adquirir de nuevo ganado bravo y se decide por comprar 100 novillas escogidas,
de la ganadería de doña Jerónima Núñez de Prado, viuda del prestigioso ganadero
de Arcos de la Frontera don José Rafael Cabrera y Angulo, cuyo ganado pastaba
en Utrera y procedía de los frailes cartujos y dominicos de Jerez y Sevilla.
Cuando fallece la viuda de Cabrera, Miura adquiere la totalidad de la
ganadería, alrededor de 500 cabezas. De esta manera la vacada miureña, pasa a
contar con más de 1.200 cabezas.
Hasta 1854, los toros que padrean
en Miura, son de procedencia Gallardo escogidos entre los 168 becerros que le
fueron comprados a Albareda.
A partir de este año de 1854, se
suman a la vacada de Miura, dos sementales comprados a don José Arias de
Saavedra, yerno del famoso ganadero sevillano, don Juan Domínguez Ortíz “El
Barbero de Utrera”, quien años antes había comprado una de las partes en que se
dividió la vacada del Conde de Vistahermosa. Estos sementales puros
“vistahermosa”, comienzan a ser cruzados con las vacas de Cabrera, con
resultados extraordinarios, llegándose a conseguir un tipo de toro largo,
agalgado, de fina estampa, complexión fuerte y mucha agilidad.
En el transcurso de los doce años
que van de 1842 a 1854, don Juan Miura y en particular su hijo don Antonio, consiguen
formar una ganadería que llenará de gloría la historia taurina de España.
Don Juan Miura Rodríguez fallece
en 1860, quedando como titular del hierro su viuda doña Josefa Fernández, quien
lidia a su nombre solo la temporada de 1861, al fallecer poco después que su
marido.
El 20 de abril de 1862, se
anuncia por primera vez en Madrid la ganadería a nombre de don Antonio Miura
Fernández, siendo esta tarde cuando comienza a escribirse la trágica leyenda de
esta vacada, ya que el toro “Jocinero” mata de certera cornada en el corazón al
cordobés José Rodríguez “Pepete”, tío abuelo de Manuel Rodríguez Sánchez
“Manolete”.
El 23 de mayo de 1875, en la
Plaza de Toros de Madrid el banderillero Mariano Canet “Llusío”, recibe una cornada
mortal en la yugular, del toro Chocero
de Miura, lidiado en sexto lugar.
El 5 de octubre de 1879, don
Antonio Miura asiste en Córdoba a una corrida de toros donde actúa como espada
su gran amigo Lagartijo y el hermano de éste, Manuel. Se lidian toros propiedad
del zaragozano don Joaquín del Val, procedentes de la vacada que había comprado
a la viuda del tudelano Pérez Laborda de casta navarra. El tercero de la tarde
un toro cinqueño colorado, ojo de perdiz, bien puesto de cabeza, de nombre “Murciélago”, tras recibir 24 varas y
ser aclamado por el público asistente al coso cordobés, es indultado y bien
porque don Antonio Miura quedo impresionado por la fiereza del animal y negoció
su compra con el Sr. del Val, o bien, porque Lagartijo, torero que participó
del indulto, se lo regaló a Miura, lo cierto es, que el toro navarro comienza a
fecundar vacas andaluzas de esta ganadería, en un número de 36 ó 70- aún hoy se
discute el número de vacas-, dando origen a muchos y buenos resultados,
fijando, según algunos, en la vacada sevillana ese color colorado, ojo de
perdiz, que a lo largo de los tiempos ha causado y causa tanta admiración,
formando parte de la personalidad de este hierro.
Bajo el control de don Antonio
Miura Fernández, se experimentaría otro cruce insignificante, fruto de la
amistad que unía a este con don Cristóbal Colón, segundo ganadero de Veragua,
el cual envió a Sevilla un becerro colorado ojinegro, de buena reata, que se
incorporó prácticamente en las mismas fechas que “Murciélago” y que influenció
mínimamente en la vacada, puesto que murió muy pronto corneado. Como correspondencia
a tal préstamo, Miura envió a la ganadería de Veragua un toro que estuvo
padreando durante dos años.
Respecto al traspaso de sangre
miureña a otras ganaderías, indicar que en la “Tauromaquia de Guerrita”,
aparecen con nombres y señas cuatro utreros que atendían al nombre de Sombrerero, Chocinero, Carcelero y
Tortolillo, cedidos el 14 de marzo de 1884 a fin de que padrearan en la
ganadería de don Faustino Udaeta. Respecto de estas noticias o rumores, señalar
que lo único cierto, es que debido a la gran amistad que unió siempre a don
Faustino con Miura, éste le autorizaba a menudo y como favor especial, que
echase a sus vacas toros destinados a la Plaza de Madrid de muy buena nota,
cuyos toros permanecían en Manzanares, hasta que llegaba el momento de su
lidia.
El 31 de marzo de 1893, cuando
las angostas calles sevillanas aún se hallaban impregnadas por la cera del Jueves
y Viernes Santo, fallece el Excmo. Sr. Don Antonio Miura Fernández, caballero
de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. Sevilla entera llora tan
insigne perdida. Al fallecer soltero y sin descendencia, es su hermano don Eduardo
quien coge el testigo de la ganadería de Miura.
Don Antonio Miura Fernández, fue
un hombre de estatura media, enjuto, de cuerpo derecho, cara alargada, piel
curtida por el sol y el viento de levante, su figura adquiría una esbeltez
elegante, cuando cabalgaba sobre su silla vaquera, estuvo dotado de excelentes
cualidades que venían a reforzar su carácter fuerte, al servicio de un alma
excepcional de generosidad espontánea, rumbo señorial, desprendimiento sin
afectación, de bondad sencilla y modestia ejemplar, formal sin ningún tipo de
reservas, de inquebrantable honradez, perseverante, laborioso sin descanso, de
serenidad equilibrada y siempre con un juicio bueno y certero sobre todas las
cosas, propio de las personas inteligentes. Todas estas cualidades, hicieron que
consiguiera sus éxitos ganaderos y lograra obtener un prototipo de toro idóneo
para el objeto al que se le destina, de esqueleto fuerte, duro de patas, largo
de tronco, plano de vientre, degollado de pescuezo, ágil y todo fibra, todo
músculo, fina piel, temperamento nervioso y dando siempre más peso que el
aparente. Esa fue la herencia que dejó don Antonio Miura.
(continuará....)