El viernes 26 de julio de 1859, festividad de Santa Ana, tuvo lugar
un hecho luctuoso en este término municipal, con notable repercusión a nivel nacional en aquella época.
Sobre las siete de la mañana de dicho día y como era
habitual, una diligencia del servicio general que unía la Corte con Sevilla y Cádiz,
osea Madrid-Sevilla-Cádiz, transitaba dirección Córdoba, por la carretera o camino de
titularidad pública, a la altura de la Cuesta Pajares, denominación del lugar que
todos conocemos y cuyo nombre, se ha mantenido hasta nuestros días.
Cuando dicho carruaje bajaba por referida cuesta y debido a
la inmensa nube de polvo levantada, el mayoral que lo conducía, no divisó la
presencia de una gran piedra que se hallaba a un lado del camino, chocando con
mucha violencia las ruedas con ella, quizás debido a la velocidad de bajada que
llevaba la diligencia, lo que provocó que se partiera la lanza de la misma,
desbocándose las mulas que tiraban de ella, sin que el mayoral pudiera
contenerlas, descontrol que hizo que el coche volcara, con todos los pasajeros
dentro, entre los que viajaba una pareja perteneciente a la Guardia Civil, cuyo
cuerpo había sido creado 15 años antes.
Los agentes salieron del coche siniestrado como pudieron y
enseguida, comenzaron a prestar auxilio al resto de aturdidos viajeros, apreciando
que no habían sufrido lesiones, salvo uno de ellos, que tenía contusionada una
de sus piernas.
Seguidamente, pudieron comprobar como el mayoral que
conducía el carruaje, se hallaba bajo una de las ruedas del mismo, con piernas
y brazos rotos, y el cráneo completamente aplastado por la llanta. El zagal que
auxiliaba al mayoral, había sido despedido por la violencia del coche y se
hallaba tendido en medio del camino, arrojando sangre por boca y oídos,
encontrándose prácticamente también fallecido. Pese a que no daba señales de
vida, tan pronto se pudo, en un caballo fue trasladado dicho zagal al Hospital
de Montoro.
Los Guardias Civiles partieron hasta el puesto de dicho
cuerpo en esta localidad, para requerir refuerzos que auxiliaran a los
desgraciados viajeros, que aún se encontraban en el lugar de los hechos.
A las diez de la mañana, el Juzgado de Primera Instancia de
Montoro tuvo conocimiento del accidente, mediante la presentación del
correspondiente atestado exponiendo el suceso.
Mientras los accidentados viajeros, que padecían el
irritante calor de aquella mañana de finales de julio en las proximidades de
nuestro pueblo, sin agua ni alimentos, fueron socorridos por los agentes de la
Guardia Civil y dos peones camineros, quienes les ofrecieron sencillos y escasos alimentos sólidos y líquidos
que por allí pudieron encontrar, acarreando incluso algún cántaro con agua
desde fuentes cercanas, hasta que fueron conducidos al Cortijo de
Pajares, propiedad por entonces del exdiputado de las Cortes Constituyentes don
Álvaro Valenzuela, donde fueron recibidos con una mayor dedicación y aliviados
del calor y de las penalidades que venían sufriendo.
Sobre las cuatro de la tarde, se llevo a cabo la
correspondiente diligencia judicial de levantamiento del cadáver que en aquel lugar aun
se encontraba, por parte del Juez de Primera Instancia de Montoro, acompañado
del Escribano y otras autoridades.
Francisco López, cabo primero de la Guardia Civil, los Guardias Francisco Corredor, Francisco Toledano, Francisco Angulló y Manuel Cabello, así como los peones camineros Juan Hernández y Antonio Sánchez, fueron quienes estuvieron prestando su auxilio benemérito a los infortunados viajeros, quienes manifestaron en todo momento, que no tenían palabras para agradecer lo que aquellos hombres habían hecho por ellos.
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