lunes, 19 de diciembre de 2016

CASTA GALLARDO: ENCASTE PABLO-ROMERO. El Toro Guapo


La raíz de la Casta Gallardo hay que encontrarla en la actividad conventual de algunas órdenes fraileras andaluzas. Los monjes de estas órdenes religiosas, principalmente cartujos y dominicos, tuvieron siempre una meta, el alcanzar la mayor productividad en sus explotaciones ganaderas de bravo, caballar y destinado a la producción de carne, con un único fin, hacer el bien entre los demás, obteniendo beneficios mientras más cuantiosos mejor, para poder sostener las instituciones hospitalarias, educativas y asistenciales que habían puesto en marcha, y sobre todo, hacer frente a las obras caritativas que todos los días ofrecían.

Son los dominicos sevillanos del Convento de San Jacinto, quienes desde principios del siglo XVII, van creando el germen de esta casta de toros bravos, mediante la mezcla de una amalgama de sangres provenientes del pago del diezmo, que los ganaderos de la zona hacían llegar todos los años a la Iglesia. Por cada diez cabezas de ganado que nacieran, el ganadero estaba obligado a donar una, para así cumplir con lo establecido en el antiguo testamento (Libro de Deuteronomio 14.23). 

Don Marcelino Bernaldo de Quirós y Gallé, sacerdote de origen navarro que ejerció como presbítero en Rota (Cádiz), llevado por su gran afición, vino en peregrinación durante casi seis meses, desde sus tierras de origen, trayendo consigo un hato importante de reses de casta navarra, estableciéndolas en fincas aledañas a la ciudad donde ejercía su ministerio. Aprovechando su relación eclesial y su instinto ganadero, hacía 1762 entró en relación con los frailes dominicos sevillanos de San Jacinto, logrando comprar a éstos un lote de vacas y dos sementales, comenzando a cruzar las compradas, con las que trajo de su tierra. Al resultar un éxito el nuevo encaste, hace que Bernaldo de Quirós, elimine el ganado que había venido con él desde Navarra, dejando las que habían resultado del cruce con las fraileras.

Una vez la vacada es afianzada, vende un lote a otro sacerdote de Rota, don Francisco Trapero, quien cruza lo comprado con ganado de Vistahermosa.

Treinta años después, en 1792, Bernaldo de Quirós vende la ganadería formada a don Francisco Gallardo y sus hermanos, quienes trasladan la vacada a El Puerto de Santa María, eliminando, posiblemente, los últimos reductos de casta navarra que en ella pudieran permanecer.

Los Hermanos Gallardo, consiguen fijar mediante una depurada selección los caracteres genuinos de este tipo de reses, osea, consiguen reses finas, de trapío y corpulentas, muy parecidos a los miuras, con predominio de pintas negras, berrendas y castañas. Bravas durante la lidia y teniendo fama de conservar su poderío y fiereza hasta el último tercio, mostrándose poderosas y muy agresivas en el primer tercio por lo que eran preferidas por los aficionados de aquella época. Aquí nace el origen de la Casta Gallardo.

Nos consta que en 1808 fueron lidiados toros a nombre de don Francisco y don Rafael Gallardo en la plaza de El Puerto de Santa María. Cossío en su ínclita enciclopedia, considera como estreno en solitario en Madrid de don Francisco Gallardo, el 22 de julio de 1816, con divida dorada y blanca, en un día que se lidiaron 14 toros en la Corte en función de mañana y tarde, en la que además de 3 toros del referido Gallardo, se corrieron 3 de don Bernabé del Águila y Bolaños, 3 de don Juan Díaz Hidalgo, 3 de don Manuel Bañuelos y 2 de don Ventura de la Peña. Siendo lidiados por Jerónimo José Cándido, Francisco Herrera “Curro Guillén” y Antonio Ruíz “El Sombrerero”, siendo matados los dos últimos por el entonces todavía meritorio Francisco Hernández “El Bolero”.

Fallece en 1817 don Francisco Gallardo y sus herederos, no sintiéndose capacitados para continuar con la ardua labor de criar reses para la lidia, deciden vender la ganadería en tres lotes, aunque muy posiblemente se reservaran alguna parte de la misma, pues en 1830 fueron lidiados en el Puerto de Santa María, con divida verde, a nombre de Herederos de Gallardo.

De los tres lotes en que se dividió y vendió la Ganadería de Gallardo, el primero, fue adquirido en el año 1817 por el farmacéutico de El Puerto de Santa María don Gaspar Montero, quien lidio con divida dorada y blanca. Don Gaspar Montero se estrenó en Madrid, lidiando dos toros gallardos el 28 de septiembre de 1829, en una corrida de tarde en la que con otros dos toros de don Vicente José Vázquez y dos de “El Barbero de Utrera”, alternaron los diestros sevillanos Juan León “Leoncillo”, Miguel Parra y el media espada Antonio Calzadilla. La corrida fue buena, saliendo contentos los espectadores, aun cuando el último toro debió ser desjarretado, porque se hizo de noche.

Una pequeña parte de esta ganadería fue vendida a don Pedro Moreno Rodríguez de Arcos de la Frontera. La mayor parte de la vacada la vende don Gaspar Montero a don Antonio Gil Herrera, vecino de La Rinconada y miembro de una familia de tradición ganadera conocidos por “Los Giles”. Fue éste Gil Herrera, quien once días antes de su muerte, el 15 de mayo de 1842 vendió a don Juan Miura, tatarabuelo de los actuales propietarios de la ganadería y creador del encaste Miura, unas 220 vacas de vientre, a las que siete años más tarde añadió la vacada de don José Luis Albareda, procedente también de don Francisco Gallardo, integrada por doscientas vacas y ciento sesenta y ocho machos de diversas edades.

El segundo lote de la Ganadería de Gallardo, lo venden los herederos de don Francisco, a don Andrés Jiménez del pueblo de Bornos, quien tras un breve periodo de tiempo, lo vuelve a vender a don Domingo Varela, ganadero de Medina Sidonia, que suministraba carnes al mercado de Cádiz. Este ganadero tras varios cruces fallidos, lo deja extinguir y el resto lo manda al matadero.

El tercer lote y el más importante, pues contaba con más de 300 cabezas, es comprado en 1818 por los vecinos de El Puerto de Santa María, don José Luis Albareda y don Pedro Echeverrigaray, quienes al extinguir la sociedad que mantenían al fallecimiento de éste último, la dividen en dos partes. La correspondiente a Albareda, es la que compra don Juan Miura, como se ha referido anteriormente; y la otra, la que correspondió a los herederos de Echeverrigaray, es la que llegará a manos de Pablo Romero en 1885, tras pasar por manos de siete ganaderos intermedios y sufrir varios cruces, principalmente con sangre vazqueña.

La testamentaria de Echeverrigaray, vendió en primer lugar y en 1842, a don Antonio Sánchez del Bazo vecino de El Puerto de Santa María, quien se presentó por primera vez en Madrid el domingo 27 de septiembre de 1846, con divisa dorada y blanca. 

En 1846, esta ganadería es comprada por el también portuense don Miguel Martínez de Azpillaga, quien se presenta en Madrid el 10 de octubre de 1853 con divisa encarnada y celeste. 

En 1860, Martínez de Azpillaga, vende la vacada a la Señora Viuda de don Manuel Larraz e hijos, quienes hacen su presentación en Madrid el domingo 4 de mayo de 1862, siendo presentados estos toros en el cartel anunciador “como hermanos de sangre de los de la Viuda de Miura (don Juan Miura había ya fallecido)”. Tras la muerte de la Viuda de Larraz y estar la vacada un breve espacio de tiempo en manos de su hijo don Ramón, que poseía otro ganado de origen vazqueño, en 1864, adquiere esta ganadería don Lorenzo Fernández de Villavicencio y del Corral, IV Duque de San Lorenzo de Valhermoso, un jerezano nacido en Génova. 

Don Lorenzo Fernández de Villavicencio, se hace ganadero en 1864 con esta adquisición, comenzando una ardua selección teniendo en cuenta las notas y datos recibidos de los anteriores ganaderos. En 1866, cruza las vacas de mejor nota, con dos sementales comprados al jerezano don Juan López Cordero procedentes de don Joaquín Jaime Barrero de raíz Vistahermosa oriundos de Hidalgo Barquero. En 1874 una epidemia en el ganado vacuno, provocó una gran mortandad en esta ganadería, que obligó al Duque a rehacerla comprando reses de origen cabrereño. Las muchas ocupaciones de don Lorenzo Fernández de Villavicencio, obligaron a éste a ir deshaciéndose de la vacada, sin esperar a ver los resultados de la nueva compra.

En 1874 fue don Rafael Laffitte y Castro, vecino de Sevilla, quien adquiere 73 vacas al IV Duque de San Lorenzo y las unirá a las que ya tenía con anterioridad, por compra en 1869 de la ganadería del cordobés don Rafael José Barbero y Blancas, cruce sangre jijona con cabrera.

Así mismo don Rafael Laffitte y Castro en 1874 compra también a don José Bermúdez Reina, 200 machos de su ganadería, el cual poseía ganado de origen vazqueño puro adquirido a los hijos de don José María Benjumea en 1868, cruzado con un lote de vacas adquirido en 1870 al Duque de San Lorenzo de Valhermoso.

Es de esta forma como don Rafael Laffitte y Castro, logra reunir en su ganadería sangre vazqueña, gallarda, navarra, jijona y cabrera, o lo que es lo mismo, algo único en el toro de lidia.

Don Rafael Laffitte y Castro se presenta en Madrid el 17 de mayo de 1875, siendo la primera ganadería que toma antigüedad en la recién estrenada plaza ubicada en la Carretera de Aragón, donde actualmente se halla el Palacio de los Deportes de la Capital de España.

El Señor Laffitte, bien por negligencia o dejadez o por su intensa dedicación a la política, hizo que se perdiera la pureza obtenida y que la ganadería fuese decayendo y aunque, después, intentara remediar la caída, ya era tarde y al no conseguirlo, se deshizo de la vacada.

A principios de 1885, compra la mayor parte de esta ganadería el sevillano don Carlos Conradi Galín, quien traslada lo comprado a su finca “La Indiana”. La otra parte de la ganadería, la vende Laffitte al también ganadero sevillano don Francisco Gallardo y Castro.

Don Carlos Conradi, era ya con anterioridad ganadero, teniendo reses compradas a González Nandín de sangre vazqueña y esta compra realizada a Laffitte, se debió llevar a cabo por cualquier otro motivo, que no tenía nada que ver con el estrictamente ganadero, pues Conradi no demostró nunca que le interesara éste ganado y prueba de ello, es que diez meses después se lo vende a don Felipe de Pablo Romero.

Don Felipe de Pablo Romero, dueño de grandes extensiones de terreno agrícola en el Aljarafe y Marismas sevillanas, adquiridas tras la desamortización de Mendizábal y la venta de propiedades de la Iglesia, es un agricultor sevillano aficionado a los toros, que decide dedicar las 15.000 hectáreas de terreno pantanoso que tiene en las Marismas del Guadalquivir, a la crianza del toro bravo, aprovechando la gran cantidad de hierba que allí se cría, lo que da fortaleza y desarrollo a dichas reses.

Pablo Romero, desde el primero momento que compra la ganadería, octubre de 1885, lo primero que hace es llevarla a una finca que posee en Guillena (Sevilla) y allí, comienza a poner orden en el mal estado que presenta la vacada, velando por su saneamiento. Inicia la recuperación de la casta que poseía en otros tiempos estas reses, llegando incluso a lidiar en algunas plazas andaluzas a su nombre, aunque indicando que procedían del Duque de San Lorenzo y de Laffitte, para así, poder comprobar su comportamiento durante la lidia. 

Es este ganadero quien elige como hierro de la ganadería el que ha perdurado hasta nuestros días, osea, un hierro con la forma de la boca metálica de un horno panadero, donde se incluyen las fijaciones laterales en los ladrillos, y en cuanto a divisa, elige la celeste y blanca, como ya habían venido utilizando tanto el Duque de San Lorenzo, como Laffitte, en alguna ocasión.

El 9 de abril de 1888, se presente don Felipe de Pablo Romero en Madrid, en un encierro donde alternaron los espadas cordobeses Rafael Molina “Lagartijo” y Rafael Guerra Bejarano “Guerrita”, junto al gaditano Manuel Hermosilla. Los toros aquella tarde estuvieron muy bien presentados y dieron buen juego.

Aunque el triunfo más rotundo lo obtuvo en Madrid, en la Corrida de la Asociación de la Prensa, celebrada el jueves 17 de mayo de 1906, en el que fueron presentados extraordinariamente bien, ocho toros que tomaron 38 varas, dieron a los picadores 14 tumbos y dejaron para el arrastre 10 caballos. Actuaron como espadas aquel día, cuatro de los más importantes toreros de la época, Antonio Fuentes, Antonio Montes, Ricardo Torres "Bombita" y Rafael González "Machaquito".

Fue don Felipe de Pablo Romero, persona afable y conversadora, que tuvo amistades en todos los ámbitos y en todas las esferas sociales, muy considerado entre los ganaderos, contando con un buen sentido del humor. En el Circulo de Labradores de Sevilla, compartió hasta su muerte, una tertulia donde se trataban todos los temas, incluido el taurino.

Fallece a finales de 1906 y le sucede al frente de la ganadería su hijo don Felipe de Pablo-Romero y Llorente. 

Desde 1903, por medio de una cédula real procurada por su padre, le fue concedida autorización al nuevo heredero, para que poder utilizar como primer apellido el de “de Pablo-Romero”, lo que se ha ido transmitiendo a sucesivas generaciones.

Don Felipe de Pablo-Romero y Llorente, va a estar al frente de la ganadería en el periodo comprendido entre 1906 y 1917. Fue el periodo en que comenzaban los cambios y la nueva época de exigencia de los toreros y éste nuevo ganadero, trató de ir cambiando la exigencia de comportamiento de sus toros conforme a los gustos de los espadas, pero manteniendo las pautas seguidas por su padre y manteniendo también, la agresividad y seriedad de sus toros.

Se presenta por primera vez en Madrid, el 23 de abril de 1908, lidiando cinco toros, el sexto fue de Adalid. Sus toros tomaron un total de 29 varas, dieron 12 tumbos, matando 4 caballos, siendo manso y burriciego el primero, manseando el segundo y dando buen juego los otros tres, especialmente tercero y cuarto. Los diestros fueron Rafael Molina “Lagartijo”, Rafael Gómez “Gallito” y Manuel Mejías Rapela “Bienvenida”, también conocido con el apodo de “El Papa Negro”.

En 1917 don Felipe de Pablo-Romero y Llorente, cede la gestión ganadera a sus hijos don José Luis y don Felipe de Pablo-Romero Artaloitia, quienes se convierten en la tercera generación ganadera de esta familia y continúan la actividad con el mismo esmero y dedicación que sus antecesores, lidiando con el nombre de “Herederos de Pablo-Romero”.

El 15 de mayo de 1917, hacen su presentación en Madrid los hermanos Pablo-Romero, con seis buenos ejemplares, que son lidiados por Joselito el Gallo, Juan Belmonte y Saleri II.

El 30 de mayo de 1917, en la corrida de la Prensa, Joselito el Gallo corto la oreja al toro Rayadito de Pablo-Romero, dando dos vueltas al ruedo. Compartió cartel con su hermano mayor Rafael, Francisco Martín Vázquez y Juan Belmonte.

Es el momento de referir un hecho intrascendente para el tema taurino, pero como el toreo es ante todo romanticismo, estimo acertado su referencia. Me refiero, a que estando hablando de Joselito el Gallo, se ha de hacer mención a doña Guadalupe de Pablo-Romero Artaloitia y a la relación de amor, surgida entre ambos. Joselito llegó a comentar en cierta ocasión: “Estoy enamoradísimo de la hija de un popular ganadero sevillano y voy a casarme con ella. Dentro de un par de temporadas, me retiro. Y lo voy a hacer como Guerrita: en la feria del Pilar de Zaragoza, a la que tanto amo, y por sorpresa”. La familia de la joven, perteneciente a la aristocracia de Sevilla, mantenía una oposición ostensible ante esta relación con el torero de Gelves. Don Felipe de Pablo-Romero Llorente, dicen que en cierta ocasión llegó a comentar: “¿Cómo va a casarse mi hija con un Gitano?”. Y al parecer, Joselito al enterarse del comentario, ante sus amigos, llegó a decir: “Antes me llamaba hijo –cuando iba a los tentaderos- y ahora Gitano”. Guadalupe no llego a casarse con Joselito, no por las reprobaciones familiares a su relación, sino porque el 16 de mayo de 1920, en la Plaza de Talavera de la Reina, el toro “Bailaor” de la Viuda de Ortega, sesga su vida. Doña Guadalupe fallece soltera el 5 de abril de 1983, en el barrio sevillano de Los Remedios, en su testamento deja establecido, que nunca faltasen flores en la tumba de su amado José.

Otro episodio que sí pudiera tener trascendencia desde el punto de vista taurómaco, es el cruce, que se dice que existió, al padrear un toro de Saltillo en la Ganadería de Pablo-Romero, con lo que comenzó a darse en ésta vacada las capas cárdenas. Esto es algo que nunca se supo con exactitud, lo que sí es cierto que entre don Felipe de Pablo-Romero y el VIII Marqués de Saltillo, hubo una gran amistad, tuvieron las ganaderías en fincas contiguas y aquel, fue albacea testamentario de éste a su fallecimiento.

A la edad de 84 años, fallece en Sevilla el 28 de diciembre de 1943, don Felipe de Pablo-Romero y Llorente. Ya por entonces las reses se distribuían en tres Cortijos, osea, en “Partido de Resina” término municipal de Aznalcazar, “Herrerias” en Sanlúcar la Mayor y “Venta Negra” en La Puebla del Río, todas en la provincia de Sevilla.

En Agosto de 1944, fallece don Felipe de Pablo-Romero Artaloitia, que junto con su hermano José Luis venían dirigiendo la vacada desde 1917, pasando a anunciarse la ganadería como “José Luis y Herederos de Felipe de Pablo-Romero”, manteniéndose junto con el resto, la parte que correspondía a los herederos del fallecido.

En el año de 1956, se forma una sociedad familiar, al comprar don José Luis de Pablo-Romero Artaloitia y sus hijos, la parte correspondiente al resto de la familia. Bajo la dirección y gerencia de don José Luis, continúan los éxitos de la ganadería, sobre todo en Madrid. 

En 1959, se constituye la entidad “Pablo-Romero S.A.”, bajo la dirección de don Felipe de Pablo-Romero y Cámara, hijo de don José Luis de Pablo-Romero Artaloitia, comenzando a anunciarse la ganadería con dicho nombre. Así continuó hasta el año 1979, ganándose esta ganadería el reconocimiento de la afición, destacando toros notables como “Cubano”, “Yegüerizo”, “Venenoso”, “Tremendo” y “Potrico” indultado en Barcelona el 23 de mayo de 1968.

Fallece don Felipe de Pablo-Romero y Cámara el 6 de julio de 1979, haciéndose cargo de la vacada su hermano don José Luis, comenzando a anunciarse como “Ganadería de Pablo-Romero”, desde esa fecha hasta 1986.

Si bien desde principios de los setenta del siglo XX, se comenzó a notar en la ganadería, la caída por perdida de las manos en los animales, es en los primeros años de gestión de don José Luis de Pablo-Romero y Cámara, cuando comenzó a apreciarse, además, un bajón en cuanto a casta y bravura. Se producen fracasos importantes en plazas importantes, como Madrid, Bilbao o Pamplona, que se hace aún más patente, en su regreso a la Maestranza sevillana, en el momento menos oportuno, durante las ferias de 1981-82 y 83.

La decepción invade a la Familia Pablo-Romero, quienes empezaron a pensar en la posibilidad de deshacerse de la ganadería. Solo don Jaime de Pablo-Romero y Cámara, hermano de don José Luis, es el único que se resiste a su venta y pasa a comprar la parte de todos los demás miembros de la familia, junto con la finca “Partido de Resina”, ocurriendo esto en los últimos meses de 1986. 

Don Jaime, se convierte en uno de los ganaderos románticos contemporáneos. Deja sus obligaciones profesionales, para dedicarse con toda su alma a intentar recuperar la fuerza, la regularidad y la bravura de esta ganadería legendaria. Traslada a la finca “Partido de Resina” a todo el ganado y comienza el acondicionamiento de ésta finca, para que sus reses se sintieran cómodas en aquel lugar, conforme a las necesidades de alimentación y movilidad, prestando gran atención al saneamiento para evitar plagas. Divide la finca en doce cerrados separados, donde instala los machos de saca, acomodando en cada cerrado cada grupo de toros destinados a la plaza correspondiente, según la categoría de ésta, otros cerrados para erales y utreros, alojando las hembras a la parte más alejada del cortijo, junto a la marisma de Aznalcázar. Comienza un estudio exhaustivo de los libros de la ganadería, tratando de poner en orden la genética de la misma y así alcanzar el sitio que antes habían ocupado. Era consciente de que lo que debía perseguir, era la consecución de rehacer una vacada muy castigada por problemas sanitarios, por lo que se vio obligado a sacrificar y reducir en número la ganadería.

Los costes de la adecuación de la finca y el sacrificio de cabezas experimentado, junto con la imposibilidad de lidiar en plazas importante, lo que se traducía en el percibo de bajos precios por aquello que vendía, se transformaron en graves problemas económicos, que intentó compensar don Jaime, incluso, con un llamamiento público a taurinos y aficionados, para crear la fundación Pablo-Romero, que pudiera conservar el encaste único de dicha ganadería. Fueron muchos los aficionados que contribuyeron económicamente con la fundación, poniendo sus ahorros a disposición de la mítica vacada, a fondo perdido. Sin embargo la administración y los estamentos taurinos, hicieron el “Don Tancredo” y no se movieron en favor del proyecto. El proyecto de la Fundación, fue suspendido y devueltas la donaciones a los 5.663 particulares, 49 peñas francesas y 26 españolas, que había puesto su dinero a disposición de la misma.

La última vez que se lidian toros pertenecientes a la familia Pablo-Romero es el 1 de junio de 1997 en Madrid, siendo los espadas encargados de su lidia José Pedro Prados “El Fundi”, Domingo Valderrama y Ángel de la Rosa, con resultado decepcionante.

En 1997 don Jaime de Pablo-Romero y Cámara, vende la ganadería a la Sociedad Agrícola y Ganadera “Partido de Resina”, con derechos de hierro, antigüedad y divisa. Así finaliza de la labor ganadera de la familia Pablo-Romero, tras ciento doce años de ostentar en su poder, saber administrar y defender con éxito, unos de los hierros ganaderos de bravo más importantes de la cabaña española.

Desde enero de 1998 esta vacada pasa a denominarse "Partido de Resina, antes Pablo-Romero", al ser comprada por una sociedad que llegó a pagar por ella y por la finca de dicho nombre 550 millones de pesetas, según se hizo público. Componen la sociedad un grupo de aficionados entre los que se encuentra su representante don José Luis Algora, veterinario especializado en ganado bravo, habiendo permanecido durante muchos años como mayoral don Manuel Muñoz (cuarta generación de mayorales en casa de Pablo-Romero), quedándose don Jaime de Pablo-Romero con los libros de la ganadería, pero a disposición siempre de la nueva propiedad de la vacada. En un principio y tras un exhaustivo saneamiento y exigente tienta, en la ganadería quedaron 120 vacas y alguna corrida de cinqueño.

Esta es la historia de la raíz fundacional de la Casta Gallardo, hoy representada únicamente por estos toros que la familia Pablo-Romero, llegó a poner en lo más alto y darle un perfil, que representa primordialmente, al trapío que debe tener un toro bravo.


domingo, 4 de diciembre de 2016

MIURA: 175 AÑOS DE REVOLUCIÓN GANADERA(II parte)

Una vez fallece el 31 de marzo de 1893 don Antonio Miura Fernández, soltero y sin descendencia, el que fuera autor verdadero de una obra genética que ha sabido conservarse con interés hasta nuestros días, es su hermano don Eduardo Miura Fernández quien se hace cargo de la vacada.

En esta época la ganadería de Miura, contaba con 1.000 vacas de vientre y seguía pastando en el Cortijo de Cuarto, al Sur de Sevilla, donde hoy se sitúa el Hospital de Nuestra Señora de Valme.

Cuando don Eduardo comienza a gestionar la ganadería cuenta con 43 años, luce pobladas patillas y es un prestigioso jinete que conoce al dedillo, los entresijos la vacada formada por su hermano Antonio, con el que se llevaba 24 años de diferencia.

El 25 de junio de 1893 se lidiaron a su nombre por vez primera en Madrid los toros de Miura. Don Eduardo era de estatura regular, más bien delgado, moreno y de piel curtida por el sol y el viento. La cara muy expresiva, con una permanente sonrisa, apenas esbozada. Sus largas patillas blancas le conferían un aspecto particular: no en vano, se le conocía como ‘el de las patillas’.

Catorce meses después de hacerse cargo don Eduardo de la vacada, se produce la muerte del afamado torero Manuel García “El Espartero”, al que le segó la vida el toro “Perdigón” de Miura en la Plaza de Madrid un 27 de mayo de 1894. 

Cuentan que el destino de “El Espartero” estaba escrito en Madrid, y dicen, que un gato negro se cruzó por delante del carruaje aquel fatídico día, cuando iba hacia la Plaza y que “Antolín” su banderillero se persignó con resignación y pavor, ante el regocijo del propio “Esparatero” que no era superticioso. 

El toro “Perdigón”, la temporada anterior fue echado para atrás en Madrid por ser considerado chico y mientras tanto, permaneció durante un año, en la dehesa que don Faustino Udaeta tenía en Manzanares el Real (Madrid), llegando incluso a padrear en un lote reducido de vacas. 

Y se sigue contando, que aquella tarde en Sevilla en el domicilio de don Eduardo en la Plaza de la Encarnación, a la criada se le olvidó encender las velas, que desde que comenzó a lidiarse toros de esta ganadería, se encendían todas las tardes de corrida, en la capilla de la casa de Miura. Cuando don Eduardo se da cuenta y tras una monumental bronca, los cirios fueron prendidos a toda prisa, sobre las cinco de la tarde. La corrida empezó a las cuatro y media, “Perdigón” le había avisado ya varias veces y fue cuando “El Espartero” se tiró a matar, cuando el toro en lugar de meter la cabeza en el engaño, lo esperó y lo lanzó para arriba como dos metros, cayendo el torero de cabeza, quien sin dolerse se levantó y se dirigió de nuevo hacia el morlaco y tras darle siete derechazos, se volcó sobre el morrillo asestándole una excelente estocada, entregándose tanto que “Perdigón” lo vuelve a prender, lo tira al suelo y le infiere una terrible cornada en el vientre de la que muere veinte minutos después.

En 1899 don Eduardo Miura compra en Lora del Río la finca “Margazuela”, la que revende en 1908, para comprar otras fincas entre Cantillana, Lora del Rio y La Campana, comenzando a trasladar el ganado a estas nuevas fincas, aunque conservando el Cortijo de Cuarto destinado a los toros de saca de cada año y donde iban los compradores a verlos.

El 7 de octubre de 1900, el toro de Miura “Receptor” ó “Desertor”, corneó mortalmente en la ingle al torero Domingo del Campo Alcaraz “Dominguín”, cuando toreaba en la Plaza de Toros de Barcelona.

“Agujeto” de Miura, el 18 de agosto de 1907 en Sanlúcar de Barrameda, dió una cornada en la tráquea al novillero Faustino Posadas Carnerero, causándole la muerte.

Con Eduardo Miura la ganadería vivió una de las épocas más importantes, pero al mismo tiempo, uno de los momentos quizás más difíciles, sobre todo por la trágica leyenda que iba escribiendo. Enseguida se pasó de contar con la aprobación de casi todos, a un desprecio absoluto por casi todos. 

Son los tiempos del famoso “pleito de los miura”. Durante este tiempo, que comienza en 1908, desde la “Unión Taurina” formada por un grupo de figuras del torero de aquella época, se envía una carta a los empresarios haciéndoles saber que cobrarían el doble por lidiar toros de Miura, ya que se iba incrementado todas la temporadas en número de festejos en los que se incluía éste ganado y ser estos toros más duros y más difíciles de torear. Se trató quizás del primer gran pulso de poder entre ganaderos y toreros, donde cada sector pretendía ejercer sus derechos y su posición en la Fiesta. Tras algunas actuaciones por parte de uno y otro colectivo, como consecuencia principalmente de la oposición de la afición, el plante de los toreros se vino abajo, firmándose un documento por ambas partes, en el que unos se comprometían a no subir sus honorarios cuando torearan, y Miura y los otros ganaderos, a quitar de los contratos la cláusula de veto hacia aquellos toreros que cesurarán ganaderías de la Unión.

En el año 1917 fallece don Eduardo Miura Fernández “el de las Patillas”, dejando tres hijos doña María Regla, don Antonio y don José Miura Hontoria, decidiéndose que fueran los varones quienes se hicieran cargo de la ganadería. 

“Los niños de Miura”, como así se les llamó en sus tiempos. Representan la tercera generación de “miuras” ganaderos que lidian en Madrid por primera vez, el 10 de junio de 1917 anunciándose en los carteles “Hijos de don Eduardo Miura”. 

Son muy minuciosos a la hora de realizar las tientas, exigiendo muchísimo a sus vacas. Tras morir don Eduardo la ganadería se redujo a la mitad, conservando sus herederos sólo 500 vacas de vientre. Para hacernos una idea, mientras que don Eduardo Miura en 24 años lidia 4.152 toros, sus hijos entre 1927 y 1940, osea en 13 años, solo lidiaron 1.200.

Ese mismo año de 1917, don Antonio y don José Miura Hontoria, buscando un toro que se adecuara más al toreo moderno que se imponía, osea un toro noble pero a la vez bravo y que se fuera adaptando al último tercio, deciden echarle a un lote de vacas el semental del encaste Parlade llamado “Banderillo” de la vacada de la Marquesa de Tamarón, la que se hallaba en manos de Ramón Mora Figueroa y ello, quizás, influenciados por su gran amistad con Joselito “El Gallo”. 

Como consecuencia de este cruce, a finales de los años veinte comenzó a notarse un cambio de comportamiento en los productos que se iban enviando a las plazas, ya que apareció la bravura sin reserva, la humillación al embestir, el perseguir más los engaños y sobre todo más duración en la faena, aunque de vez en cuando saliese uno o varios ejemplares que hacían y hacen recordar a los primitivos.

Además de los cruces hasta ahora mencionados, se habla también de que un toro del Conde de la Corte, fecundo vacas miureñas y que algún semental de Palha también padreo en la ganadería. Después no existe ningún otro cruce o al menosl en otro caso, ha quedado en el más absoluto de los secretos.

En 1928 los Miuras abandonan el Cortijo de Cuarto en Sevilla y trasladan los toros a Carmona a la finca “Cerro Gordo” y las vacas a la finca Los Gallos y Los Catellares.


El 21 de mayo de 1930, un novillo de Miura en Écija coge al novillero Pedro Carreño Martínez, el cual es trasladado a Huelva su ciudad natal, donde fallece al día siguiente a los 22 años de edad. Esta será la única cogida mortal de un ejemplar miureño, estando la ganadería regentada por los “Niños de Miura”.

A partir del año 1940, se hace cargo de la ganadería don Eduardo Miura Fernández, hijo de don Antonio Miura Hontoria y de su esposa doña Dolores Fernández Valera. Este don Eduardo representa la cuarta generación, llevando el mismo nombre que su abuelo el legendario “miura el de las patillas” y se hace cargo de la ganadería a la edad de 27 años.

En aquellos años de posguerra, la evolución de la ganadería había sido a mejor, triunfando rotundamente con este ganado Manolete en la Feria de Sevilla de 1940 y 1945 y Pepe Luis Vázquez el 19 de abril de 1941. Durante esta época toreros como Luis Miguel Domingín, Parrita, Manolo González y Antonio Ordoñez, se prodigaron en lidiar ganado de esta vacada.

Los toros de Miura se trasladan en la década de los cuarenta a la finca “Zahariche” de Lora del Río, finca de unas 500 hectáreas que llega a manos de don Eduardo, al contraer matrimonio con su mujer doña María de las Mercedes Martínez Fernández.

Zahariche, deriva de una palabra árabe que viene a significar “depósito de agua” o “estanque”. A la entrada de la finca encontramos un mojón con el nombre de la propiedad y el hierro de la ganadería y seguidamente aparece una impresionante portada de entrada, hecha con tres palos de madera y unas calaveras de vacas y las letras del apellido “MIURA”, idea de este don Eduardo Miura II, inspirándose en las entradas cinematográficas a los rancho del “Far West” americano. Tras coger el camino nos encontramos con un caserío, construido posiblemente durante los años veinte por su propietario anterior el ganadero don Félix Urcola. Se trata de una construcción sencilla, repartiéndose las distintas dependencias entorno a un patio de labor, conservándose todo ello, casi en su estado primitivo. Su plaza de tientas se sitúa como a unos 100 metros del caserío, junto al camino de entrada, fue inaugurada el 4 de julio de 1951 y reinaugurada el 2 de marzo de 1966. Se trata de una de las pocas plazas de tienta de forma cuadrada que existen en España. En su estructura se realiza el manejo y los tentaderos al más puro estilo tradicional, como se ha venido haciendo desde tiempos ancestrales. Los corrales, chiqueros, palco y demás dependencias están realizados guardando las formas y dimensiones propias de la casa. En fechas más recientes se ha edificado una nave para grano y dos cobertizos para paja.

Durante este periodo y como lamentable suceso, hay que destacar la cogida mortal del diestro cordobés Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, el 28 de agosto de 1947 en la Plaza de Toros de Linares, por el toro de Miura de nombre “Islero”.

Durante el largo periodo que la ganadería estuvo en manos de don Eduardo Miura Fernández II, concretamente 56 años, además del lamentable suceso referido, hubo buenos e importantes triunfos por parte de muchos toreros y la ganadería estuvo presente en momentos relevantes de la historia taurina de España, como en la primera feria de San Isidro de Madrid, donde el 18 de mayo de 1947 fueron lidiados miuras por los diestros Pepe Bienvenida, Pepe Luis Vázquez y Pepín Martín Vázquez, realizando éste una gran faena que malogró con la espada.

Desde el 11 de mayo de 1952, en que Antonio Bienvenida, Rafael Llorente y Manolo Navarro lidiaran una corrida en Madrid, los “miuras” estuvieron trece años sin volver a la Plaza de las Ventas, hasta que el 25 de mayo de 1965 El Viti, Curro Girón y Andrés Vázquez, volvieron a enfrentarse, además con éxito, a un encierro de Miura, que ofreció triunfo a los tres toreros. 

En la década de los setenta, ochenta y parte de los noventa, son cuantiosos los éxitos que logran con toros de Miura, toreros como Ruiz Miguel, Manili, los Hermanos Campuzano, Domingo Valderrama, El Fundi, Padilla, Javier Castaño, etc.

El 27 de julio de 1996 fallece don Eduardo Miura Fernández II en su casa Sevillana de Isaac Peral y la ganadería pasa a manos de sus hijos don Eduardo y don Antonio José Miura Martínez, quinta generación que dirige la vacada.
Con don Eduardo y don Antonio José Miura Martínez, comienzan los tiempos actuales y el hierro Miura continúa ofreciéndonos miedo, expectación, torería, verdad, pasión, solera, respeto, innovación, fuerza, vibración, bravura y mansedumbre, dureza y manejabilidad, nobleza y dificultad, sigue atrayéndonos y suscitando en los aficionados inquietud y ganas de ver toros, de ver ese tipo de toro, genuino y auténtico que siempre y para siempre ofrece Miura, única revolución ganadera que ha sabido perdurar durante tanto tiempo.

El 26 de abril de 2015, se cumplió el 75 aniversario de lidiar Miura en la Plaza de la Real Maestranza de Sevilla, de manera ininterrumpida.

Este año 2016 se han cumplido ya 20 años de que los hijos de don Eduardo Miura Fernández II, se hicieron con las riendas ganaderas de Miura, por ahora lo están haciendo bien y no nos están defraudando a los aficionados, pero lo que además tiene valor, es que no están defraudando a sus antepasadas generaciones de ganaderos sabios.

Para terminar, hacer una breve referencia a los diestros que han toreado seis miuras en solitario y son: Joselito El Gallo (17/10/1915), Antoñete (26/07/1956), Joaquín Bernadó (03/09/1972), Espartaco (03/05/1987), Padilla (25/08/2001), Javier Castaño (26/05/2012) y Ferrera (19/08/2014).
MIURA Y LOS COCHES: Resulta curioso que en los años sesenta del siglo pasado, Ferrucio Lamborghini, fabricante de la famosa marca de coches, saca su Lamborghini Miura, con el objetivo de competir con Ferrari. Este fabricante es un apasionado al mundo del toro, enamorado de la mítica ganadería de Miura. Además del modelo expresado, también saco el modelo “Murciélago” por el toro de casta navarra indultado por Lagartijo en Córdoba, el modelo “Islero” y el modelo “Gallardo”.


Ya se está preparando la sexta generación de Miuras Ganaderos, la responsabilidad parece haber recaído en el hijo de don Eduardo Miura Martínez, llamado don Eduardo Miura Fanjul, seguro que es también un buen ganadero, pues lo lleva en la sangre.